viernes, 11 de octubre de 2013

/07/


Ya llevo siete entradas y todavía no hemos llegado a la Universidad. Esto puede durar más que Hospital Central. Os podéis imaginar que los primeros diez días, nuestra vida era plácida. Vivíamos como Paris Hilton y Nicole Richie, con la tranquilidad que te da Praga, una ciudad en la que es mucho más caro hacer la compra que desayunar, comer y cenar fuera.

En diez días tomamos miles de capuccinos y tartas, probamos especialidades checas, bebimos Heineken a precio de Carrefour Discount e incluso tomamos mojitos en un barco anclado en el río. Y luego vas al McDonalds y te cobran 10 coronas (0,40€) por sobre de kétchup y 15 coronas (0,60€) por entrar al baño. Este país no tiene sentido.

Nuestra vida de nuevo rico español se tambaleaba cuando entrabamos de nuevo al hostel. Pasábamos la noche en la recepción junto a otros viajeros, porque era el único sitio con wifi. Los mendigos utilizaban la cocina para hacer alubias y luego dormían plácidamente en los sofás de la sala de estar. Debe ser un establecimiento magnífico, porque todas las noches había un coche de policía aparcado en la puerta.

Nos duchábamos en una bañera en la que una maraña de pelos hacía de alfombra antideslizante. Eso sí, el agua estaba caliente, que en Praga no juegan con esas cosas. Además, pasamos ratos muy divertidos en el hostel. Incluso conocimos a un personaje de Linares, porque aquí los españoles son una marabunta, y puedes reconocerlos por todo Praga por el nivel de contaminación acústica.

Pero gracias a Dios nuestra estancia en aquel antro estaba cerca de terminarse. Menos mal que Ana decidió mandar e-mails a todas las inmobiliarias que encontró, porque de repente un día recibió el correo definitivo. Una tal Alexandria nos invitaba a ver un piso en Praha 2 por si queríamos alquilarlo. Nuestra vida turística nos había hecho olvidar que nos teníamos que quedar allí de Erasmus. Y el Chili Hostel desde luego no era una opción, así que fuimos a visitar a Alexandria al día siguiente.

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