Confieso
que me apetecía mucho hacer este capítulo porque es apasionante mostraros mi
nueva faceta. Soy toda una señora. Por fin entiendo qué es eso de comparar
precios en el supermercado, pesar frutas y verduras y preguntar a las reponedoras
dónde está el azúcar para que me respondan “cariñet,
en el segundo pasillo”. Eso sí, todo eso en checo. Así que sigo buscando el
azúcar.
Básicamente
aquí hay tres cadenas de supermercados importantes: Billa, Tesco y Albert. Nosotros
vamos a Billa porque es el más barato, el más grande y el que mejor marca
blanca tiene (Clever). Los productos de primera necesidad en el supermercado
son muy baratos, aunque la cuenta final suba un poco por esos caprichos de Bridget Jones que
metemos en el carrito.
Ir con Ana a la compra puede ser un coñazo, especialmente cuando llegas a la sección de panes. Somos como una pareja de recién casados. Yo espero con el carro en una esquina intentando no obstaculizar el paso a las ancianas mientras ella pasa unos veinte minutos cogiendo y dejando panes. Mientras tanto yo tengo que buscar en el traductor si el pan es integral o blanco, de trigo o de centeno. Por cosas como ésta es por las que invertimos toda la tarde cada vez que vamos al supermercado.
La
verdura y la fruta son muy frescas, y puedes comprar naranjas, pimientos, ajos
o tomates españoles mejores y más baratos que en nuestro propio país, cosa
que no entiendo. Para que os hagáis una idea, estoy empezando a comer tomate
porque aquí está realmente bueno. La carne es excelente, pero no hay ternera,
solo cerdo y pollo. Y cientos de tipos de salchichas, pero todas están
malísimas. Si eres adicto al queso, aquí es difícil desintoxicarte, porque tienen de todos los tipos habidos y por haber, incluidos quesos españoles.
El
pescado no existe, porque el mar más cercano debe estar a 2000 km. Puedes
conseguir pescados de río rollo trucha, suele haber salmón pero es caro y luego
tienes un par de estantes de pescado congelado. Pero me juré a mi mismo que no
comería Abadejo de Alaska, Panga o varitas de merluza. Venden atún Calvo y millones
de conservas Isabel en los supermercados. El aceite de oliva suele ser griego.
Y carísimo. Un cuarto de litro nos costó cuatro euros. Ahora hemos comprado
medio litro de aceite de Tarragona por seis pavazos, pero está bastante
decente.
Lo que
más echo de menos es el tomate frito, que no existe, y sobre todo las
legumbres. Lo del tomate lo he solucionado comprando una salsa preparada de importación
italiana que es tan ácida que hay que echarle medio kilo de azúcar, aunque sabe
bastante bien. Pero lo de las legumbres sigo sin solucionarlo. En serio,
necesito un cocido de mi madre, unas lentejas con chorizo o una fabada. El otro
día compré Baked Beans porque quería
sentirme como un vagabundo de Leeds, pero fueron directas al WC. ¿En serio los
ingleses desayunan eso? ¿No me estáis vacilando?
Hay
productos como las sopas de sobre, las especias o los yogures que vienen en envases
individuales. Aquí el concepto Hacendado “pack
indivisible de tres” lo tienen muy superado. Tampoco son muy fans de los conservantes, y tienes que
estar atento a todo lo que tienes en la nevera porque por ejemplo los yogures
caducan dos días después de la compra y la carne más de lo mismo. Compramos un
café que se llama Paloma porque echo de menos a mi hermana.
Aquí debe
estar de moda el concepto Viva México
Cabrones, porque hay una sección dedicada únicamente a comprar todo lo que
necesitas para hacer mexican party,
con la consiguiente diarrea del día siguiente. También tienen como tres mil
tipos de noodles y billones de
salsas. El otro día un checo me dijo que aquí los macarrones se comen con ketchup.
Yo hay cosas que no entiendo, de verdad.
Ah bueno,
y después de que mi madre me diese el coñazo pasándome ciento cincuenta recetas
en las que el vino blanco era IMPRESCINDIBLE, compramos también un tetrabrick
estilo Cumbre de Gredos. Eso sí, también me intentó convencer de que tenía que
comprar Brandy, pero no estamos en Cuéntame. Y además acabaría bebiéndomelo un martes
por la noche.
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